Cuando Mikel Arteta asumió el banquillo del Arsenal en diciembre de 2019, muchos lo vieron como la reencarnación del modelo «Guardiola», pero con sangre ‘gunner’.
Exjugador del club, mente táctica refinada y con una propuesta futbolística atractiva, Arteta prometía devolverle la grandeza al Emirates. Casi cinco años después, sin embargo, el discurso empieza a desgastarse y los fracasos se acumulan como una sombra incómoda sobre su gestión.
Estilo vistoso, resultados decepcionantes
Bajo la dirección de Arteta, el Arsenal ha recuperado parte de su identidad: juego de posesión, presión alta, laterales que se convierten en interiores, y una apuesta firme por los jóvenes talentos. Pero lo que sigue sin aparecer son los títulos importantes.
Salvo una FA Cup ganada en 2020 en plena pandemia y con poco peso competitivo, Arteta no ha podido traducir su propuesta en conquistas reales. Ha estado cerca, sí: la temporada 2022/23 lo vio liderar la Premier durante 248 días… solo para colapsar en las últimas jornadas y ceder el campeonato al Manchester City. En 2023/24, nuevamente compitió, pero terminó segundo, sin trofeos.
En Champions, su regreso fue esperado por años. Pero en el momento clave, los cuartos de final frente al Bayern, su equipo se diluyó. Y más recientemente, en semifinales ante el PSG, tras un resultado global adverso (3-1), Arteta afirmó que «merecían estar en la final». Una declaración que ha sido duramente cuestionada, incluso por figuras históricas como Arsène Wenger, quien no dudó en decir que el PSG fue claramente superior.

(Photo by Richard Heathcote/Getty Images)
¿El problema es el entrenador?
No se puede negar que el Arsenal actual es mucho más competitivo que el que Arteta heredó. Pero hay una constante que empieza a preocupar: cuando llegan los momentos decisivos, el equipo no responde. Ya sea por planteamientos conservadores, decisiones tácticas discutibles o una falta de temple colectivo, los ‘Gunners’ no terminan de dar el paso definitivo.
Arteta ha tenido tiempo, respaldo económico y una dirección deportiva que ha creído en su proyecto. A diferencia de otros entrenadores que son despedidos por mucho menos, él ha disfrutado de estabilidad. Sin embargo, ya no es el “técnico en construcción”. Es un entrenador consolidado, y a partir de ahora, los títulos no son opcionales: son obligatorios.
El modelo Arsenal: ¿proyecto o excusa?
Arteta suele poner como ejemplo al propio Arsenal, al Chelsea con Maresca o al Liverpool con Klopp como clubes que apuestan por el proceso. Pero la paciencia tiene fecha de caducidad. Y en un fútbol tan competitivo como el inglés, ser subcampeón dos veces no es garantía de continuidad si no hay evolución.
¿Hasta cuándo se sostendrá el discurso del crecimiento? ¿Cuántas veces se puede fracasar en el momento clave sin asumir responsabilidad? Porque si hay algo que diferencia a los buenos entrenadores de los grandes, es la capacidad de ganar cuando más importa.